Atentado | Dito Ferrer
Peter intentó abrirse paso entre el tumulto. Se dirigía a la zona más concurrida de la plaza, justo bajo el escenario. A su alrededor todos brincaban y cantaban al ritmo de aquel ruido marginal, tosco y obseno. Aquello no era música, no como los acordes tranquilos del piano en la misa de los domingos, o como los éxitos de la década prodigiosa.
La sociedad se había ido abandonando a las tentaciones del demonio y aquel concierto era prueba de ello. Pero él estaba allí para hacer algo al respecto. ¿Podría hacerlo?
Se persignó ante la duda y la debilidad de carácter. Luego avanzó empujando a través de las masas de seres sudados y frenéticos. Algunos se molestaban cuando sentían el empellón o el fuerte pisotón pero todos se lo pensaban dos veces. Peter medía seis pies de trigueña y abundante musculación. Los rasgos del rostro, disimulados por una barba poblada, le conferían un semblante irascible. Además las iniciales del pulover negro que llevaba puesto despejaba la mente de cualquier aturdido: Security.
Una vibración en su muslo izquierdo le indicó que había llegado un mensaje a su celular. Su jefe le recordaba que tenía que intercambiar la bolsa azul que traía bajo el brazo por una de las tantas que colgaban tras las vallas de proscenio.
Aquellos eran los souvenirs que la banda regalaría al público tras el concierto. El texto decía: "disimular dispositivo explosivo entre el resto de souvenirs, luego llevarse otro para no levantar sospechas. Una vez fuera del área detonar dispositivo remotamente." Las instrucciones eran sencillas, pronto toda aquella gente volaría por los aires.
Se persignó una vez más. Solo sufrirían por un momento muy breve, luego ascenderían al cielo donde sus pecados serían perdonados y se sentirían agradecidos con el altísimo, y con él.
Pensar así le dio coraje y con un último empujón se posicionó justo frente al escenario, en la posición convenida.
Pero los souvenirs no estaban allí.
Peter parpadeó repetidas veces intentando orientarse dentro de aquel caos. Contó desde la izquierda al centro el número de vallas y corroboró el lugar correcto, pero los souvenirs no estaban allí. No podía simplemente soltar la bolsa en el suelo y regresar con las manos vacías, eso sería sospechoso.
Pensó en persignarse para encontrar la solución correcta cuando la potente voz del cantante, amplificada por el enorme sistema de sonido, arengó a la gente a corear una vez más: "It's a bomb, it's a bomb." Desde atrás sintió el embiste de una masa humana enardecida que se abalanzó hacia el borde del escenario dejándolo atrapado en el centro.
No podía moverse y empezó a sudar frío, preso de la desesperación. La gente solo gritaba y empujaba hacia adelante. En el momento más crítico el cantante desapareció de la escena y regresó con muchas bolsitas azules con el nombre de la banda impreso. "¡Los souvenirs!" Los empezó a lanzar al público y la gente pasó del frenesí a la locura absoluta. Se arañaban y golpeaban en un intento de adquirir una de aquellas bolsas. La que tenía Peter bajo el brazo se la arrebató una chiquilla audaz y él, a su vez, golpeó a otra desconocida para arrancarle la suya y salir de allí como alma que lleva el diablo.
Una vez fuera buscó alejarse tanto como pudo, mientras lo hacía sentía la música diluirse en frecuencias graves entremezcladas con unas voces que aún coreaban: It's a bomb, it's a bomb
Peter sintió lástima por ellos.
Ya a buen recaudo, metió las manos en su bolsillo derecho y sacó el interruptor inalámbrico. Lo agarró con firmeza, se persignó y apretó el botón rojo.
Escuchó un bip digital que salía de la bolsa azul que traía bajo el brazo.
—¡Mierd...! — Apenas alcanzó decir.
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