Atrapada en el Espejo ( Parte 5 Final) | Dito Ferrer

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Esta es la quinta parte, y final, de esta obra. Para leer las partes anteriores:
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4


Una lágrima negra rueda sobre su mejilla. El dolor físico y el espiritual se entrelazan y ya no puede discernirlos. La sangre; tanto en ilusión como en realidad está presente. En la primera, producido de una espalda desgarrada, en la segunda, un cúmulo mezclado con algo de excremento en una esquina de la sábana.

Es difícil, siempre lo es. Pero al final ella es una cazadora, una depredadora y su presa yace ahora envuelto en un mar de sudor y fluidos sobre la cama. Ella lo mira victoriosa, saca un cigarro y, todavía desnuda, lo prende mirando a la ventana.

Piensa en un hombre. No en el pobre diablo que recién ha devorado sino en otro. Su primer enemigo, aquel que no pudo vencer. Hoy está demasiado pensativa, malo para el negocio. Amanece.

Entre niebla, sonido de autobuses y tránsito incipiente despierta la ciudad. Las primeras luces bañan las aceras, descubren los contornos. El olor a rocío se mezcla con el humo de los carros. Personas soñolientas, agrupándose en las paradas de autobuses. Niños prácticamente dormidos arrastrados por sus padres hacia la escuela. También aquellos que empataron la noche con el día y aún se mantienen en modo festivo.

La ciudad se desempereza en un concierto inarmónico, desincronizado pero formidable. El sol apenas se asoma despidiendo una luz rojiza que penetra en las penumbras. La ciudad se viste de gris y parece que titubea, que quiere seguir durmiendo, que no desea ser despertada. Pero a la luz no se le convence ni se le retrasa.

Los primeros rayos interrumpen el debate descorriendo las cortinas de la noche, develando rincones, penetrando hendiduras e iluminando resquicios. Nuestra calle ancha ahora adquiere una dimensión distinta, parece más grande, casi como una avenida. Una población diferente ahora inunda el lugar, como si hubiesen caído del cielo o brotado de las mismísimas grietas del pavimento.

Una figura sombría, casi en blanco y negro, avanza por entre la gente. Vulnerable, solitaria, con paso afectado pero decidido. Parece una visión, un espectro o un ser humano de otra dimensión. Ajena al sentido de la vida, ajena a la luz del sol.

Abre en silencio la puerta de su casa. La luz matutina entra con ella al apartamento descongelando la oscuridad. Se sienta frente al espejo y, lentamente comienza a descorrer el hechizo. Se quita la peluca, su pelo natural apenas alcanza unos pocos milímetros y una incipiente calvicie empieza a formarse en el centro de su cabeza. Con la punta de los dedos se arranca aquellas pestañas tan llamativas. Se retira el maquillaje de los ojos, maquillaje ya arruinado porque hoy ha permitido que la tristeza convoque lágrimas y estas siempre lo estropean todo. Con una toallita húmeda se retira la mascarilla facial revelando una piel aún joven pero marcada por zonas donde se nota que el pelo fue depilado pero que con fuerza planea salir nuevamente. Se mira fijo como quien no disfruta lo que ve y el labial es eliminado con un movimiento brusco. Respira profundamente pues ahora no hay máscaras.

Este fue el envase en el que vino al mundo, tosco, imperfecto, inadecuado.
En esto fue en lo que todas las personas siempre se fijaron.

A esto fue a lo que odiaron.

A esto maltrataron y mancillaron.

A esto Papá golpeo con azotes.

A esto expulsaron de su casa.

A esto desterraron para nunca volver.

Pero...

«De esto hice mi defensa»

«De esto hice dinero para mantener mis caros gustos»

«De esto construí un imperio pequeño, muy pequeño. Pero mío, ¡muy mío!»

«De esto he querido librarme ya varias veces pero me ha faltado valor»

«De esto estoy tan cansada porque todo el mundo solo ve esto»

»Pero esto no soy yo. Nunca lo he sido y jamás lo seré. Nadie me conoce. A estas alturas ni yo misma lo hago. Todos me han juzgado y condenado pero ya estaba en la peor cárcel posible, una de la que jamás podré salir.

Desanimada continúa desvistiéndose y las piezas del hechizo van desmoronándose un poco más, revelando la verdad, su verdadera naturaleza.

Va hacia el baño, se escucha el sonido de la ducha. Demora buen rato. Sale. Se acuesta. Apaga las luces.

A la madrugada siguiente se levanta, se desempereza, se prepara para la vida. El final de su rutina siempre termina en el espejo. Una cara, perfectamente maquillada sonríe y posa.

—Eres preciosa —comenta.

Fin


Gracias, querido lector, por haber llegado hasta el final de esta triste historia. Es apenas un acercamiento a la realidad de personas que padecen los males de una sociedad diseñada en blanco y negro. La discriminación es el principal muro que nos separa y la herramienta para derribarlo se llama: empatía.


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