Atrapada en el Espejo (Parte 3) | Dito Ferrer

avatar

parte 3.jpeg
Fuente


Este texto es una continuación. Para leer las partes anteriores
Parte 1
Parte 2
La obra completa se compone de cinco partes.


Parte 3

Se da cuenta que, mientras pensaba, se ha quedado estática en el mismo lugar, eso es malo para el negocio. La mercancía que no se exhibe no se vende. Se espabila rápidamente y empieza a pasearse por aquella calle, avanza, se detiene, retrocede unos pasos, va hacia la esquina y adopta una pose, se arregla el pelo, luego el vestido, hace como quien espera un taxi, cruza la calle y en la próxima cuadra repite todo el proceso desde el principio. Todo un ritual, lo ha hecho tantas veces ya que ni siquiera se detiene a pensarlo.

Va caminando con altivez. Las personas se apartan a su paso, ella las mira a los ojos y estas cambian la vista. No resisten mirar a la cara de lo que representa: el pecado de su ciudad, el lado podrido de la manzana, la sordidez de una libertad que muchos quisieran tener pero las reglas de la sociedad condena.

Todos sabemos que el comportamiento socialmente correcto es una castración total de los más elementales principios del ser humano. Nacemos limpios, con la capacidad de desarrollar deseos, fantasías, con impulsos propios de nuestra naturaleza. Luego llega la sociedad y aniquila todo eso, nos etiqueta dándole un nombre a lo que cree que somos, nos imprime una larga lista de reglas y de miedos que terminan por ir asfixiando todo aquello que estamos destinados a ser. Continúa asfixiando hasta que olvidamos esos principios y, en ese momento dejamos de ser seres humanos y nos convertimos en seres sociales; dirigidos, autómatas, esclavos.

Solo aquellos que se rebelan pueden disfrutar la libertad pero, como todas las cosas buenas, tiene un precio. El suyo fue bastante alto pero lo pagó contenta aunque con el corazón deshecho.

Un carro pasa rápido muy cerca de su posición.

—¡P...! —le gritan.

Reacciona levantando el dedo del medio de la mano derecha. Está demasiado pensativa hoy, malo para el negocio. Continúa paseándose por la calle, avanza, retrocede, va a la esquina. Recuerda...

«En algún punto dejé de sentir los golpes, creo que me hice inmune a tanta crítica y a tanto odio, poco a poco fui entendiendo que existía una diferencia entre lo que las personas decían y lo que eran por debajo de la superficie de aquella palabrería. El mundo dejó de ser blanco y negro y adquirió un matiz gris de lo más interesante, quien más hablaba y ofendía generalmente más escondía.

»Todo empezó a parecerme falso pero, a la vez, tan real que dolía. Mi primer gran y único amor no escapó de esta realidad. Huyó por la puerta del fondo atravesando el corral de las gallinas. Sus padres lo obligaron a retractarse, a decir que no me conocía, que lo había manipulado, que estaba enfermo y que no era dueño de sí mismo. Incluso lo hicieron decírmelo a la cara.

»Nunca me miró a los ojos, por mucho que se lo pedí no pudo hacerlo. Recitaba como un robot el parlamento aprendido. Me hirieron mucho sus palabras aunque sabía que no eran suyas. No pude aguantar y enfurecí, le grité directamente todas las verdades que se escondían dentro de mí, las que le tocaban y las que no. Dije de todo, me desahogué. Diseñé mi propio juicio de mentira, caí en aquella farsa que tanto había criticado. Me puse el disfraz de juez y lo escogí a él como mi acusado pero ninguno de los dos éramos culpables de nada.

»Lo comprendí cuando estalló en lágrimas, eso me hizo detenerme. Pero fue el fin de lo nuestro. Ese acto de cobardía me aclaró que lo que teníamos también era gris. Que el idilio y la fantasía también eran falsos y lo único real que tuve fue esta personita manipulable y sin carácter.

»En ese momento mi amor se disecó, justo allí, y en su lugar tomó posesión la lástima. Él nunca sabría lo que era ser feliz, no estaba a la altura de ese sentimiento, por eso nunca más recordé su rostro. A partir de ese momento me desencadené. Me propuse no dejar piedra sobre piedra, atacaría a todo y a todos. Supe explotar las debilidades de un pueblo demasiado pequeño para que lo sacudieran de esa manera. Aprendí a manejar el defecto de los hombres, me volví fría, despiadada e implacable.

»Me divertía con ellos, me hacían reír y me proporcionaban placer, pero en el fondo los despreciaba. Les tenía una especie de asco mórbido, de repugnancia depravada, una total dicotomía de sensaciones, pero ni un solo sentimiento. En algún momento me perdí, quedé arrastrada en el éxtasis de la venganza, me sentía infalible y descarada.

»No me percaté que al igual que mi corazón, el de otro hombre había quedado irremediablemente roto y a este sí no podía ignorar. Había seguido mis pasos incluso antes que empecé a darlos. La traición definitiva. Aún no comprendo cómo nos hicimos tanto daño.

Está frente al bar más concurrido de la zona, excelente lugar para cazar insectos. Por supuesto, no está sola, otras compañeras también están allí, apostadas, atrincheradas. La miran con desdén, ese pelo negro y esas medias pantie llaman mucho la atención, no tienen ninguna oportunidad.

Se lleva un cigarro a la boca. No lo prende, no tiene con qué, ese precisamente es el juego. Se acerca alguien y le ofrece fuego, apenas lo mira mientras le acerca el cigarro al encendedor. A través de las nubes de humo destacan unos ojazos de descarada provocación. El hombre traga en seco, excitado. No se necesita decir nada más. Acerca el carro y ella se monta. Se alejan.

(Continuará)



0
0
0.000
2 comments