Reto Hispaliterario 4 - Un Papá en la Alturas

Alexander mira su reloj y la emoción lo embarga. Se siente muy complacido de que su día ha salido de maravillas y aun más feliz, después de dejar la encomienda especial para el día del padre, que espera llegue en tres días a su destino. Calcula rápidamente las etapas que aún le faltan para completar el viaje que está emprendiendo y se felicita por la precisión tan exacta de las tareas que comprende este viaje tan deseado. Rápidamente, toma un taxi y le indica al conductor que lo lleve al aeropuerto de la ciudad. Un recorrido que le lleva aproximadamente media hora en completar. Al llegar al aeropuerto, verifica que ha llegado justo a tiempo para abordar el avión que lo llevara a su ciudad natal y se dirige al mostrador para el chequeo. Se sorprende al ver que no hay casi nadie en la fila y al dirigir su mirada a la cartelera informativa, se sobresalta al ver que su vuelo, que se supone debía salir en media hora, ha sido cancelado.

Después de las respectivas disculpas, el discurso empresarial para justificar la cancelación del vuelo y el ofrecimiento de garantías para alojamiento y posible ubicación en un próximo vuelo que saldrá en dos días, Alexander se sienta en la sala de espera a evaluar sus opciones. Sabe que dos días no le darán el tiempo suficiente para llegar a tiempo a su destino, el cual se ha tornado imprescindible para celebrar junto a su familia el día del padre. Mira a su alrededor y decide consultar en una oficina de vuelos charter, esperando poder conseguir una solución. Aunque es un gasto adicional que no había presupuestado, se siente tranquilo de poder darse el lujo de pagarlo.

— ¡Esta vista es maravillosa! ¡Es fastático, estoy encantado! ¡Uh, Gerónimo!— escucha que exclama el hombre corpulento ubicado al extremo de su asiento, el cual se comporta como un niño mientras mira por la ventana del avión que Alexander decidió tomar. Le parece gracioso que siendo una persona tan fornida, se emocione de tal manera. El piloto, que le ofreció el traslado en un pequeño avión bimotor, le ha prometido un viaje atravesando la selva, haciendo escala en una ciudad pequeña en medio de la misma, y aunque le tomara cuatro veces más el tiempo que le llevaría en su vuelo cancelado, suspira confiado en que podrá recuperar el tiempo perdido para compartir con sus hijos. Pensando en eso, decide tomar una siesta para acortar el tiempo.

—¡Despierta amigo, esto no está nada bien!— le gritan a Alexander sacándolo del profundo sueño en que estaba. Un ruido ensordecedor lo envuelve todo y siente la brisa como si viajara en un auto descapotable. El hombre que lo ha despertado se acerca de nuevo a él, y rápidamente se da cuenta de que es el piloto del avión, quien mientras le entrega un paracaídas le habla en voz alta pero con calma:

—¡Colócate esto, rápido, ajusta bien las correas y pon esto en tu muñeca!— colocando en sus manos algo que le parece un reloj pulsera pero más grande. Alexander de manera instintiva, comienza a colocarse el paracaídas mientras observa todo a su alrededor. No lo puede creer, pero es real, debe saltar del avión que seguramente habrá fallado. Busca al hombre fornido que estaba a su lado, pero ya no lo ve dentro del avión. En ese momento se percata de que la puerta trasera del avión está abierta y supone que quizás ya habrá saltado. Se sorprende de que en tan dramático momento, donde su vida está en peligro, el haya podido estar placidamente dormido. Después de colocarse el paracaídas, el piloto del avión se le acerca y le explica:

— ¡No hay mucho tiempo, debemos saltar inmediatamente! — mientras le ajusta con firmeza las correas de su paracaídas— ¡Este es un altímetro, cuando la aguja llegue a 1500, halas este cordel y se desplegara el paracaídas! ¿Has saltado antes en paracaídas?— le pregunta mientras revisa que el altímetro esté bien colocado.

— ¡No, nunca!— contesta Alexander con todo su cuerpo estremecido por las emociones tan fuertes. Se hace consciente de que su corazón late de prisa y se dice así mismo: «Dios Padre mío, esto no es lo que esperaba, pero sé que estarás a mi lado, no me abandones» y esto lo llena de una increíble calma. Seguidamente, le pregunta al piloto:

—¿Y el hombre fornido que estaba allí?

—¡Ya salto! ¡Pero olvido el paracaídas!— y señala el morral en el asiento que antes ocupaba el hombre— ¡Estaba loco, gritaba "Gerónimo" mientras se lanzaba por la puerta sin darme tiempo siquiera de despedirme! ¡Carajo, que loco ese hombre!— termina sentenciando el piloto, empujándolo hacia la puerta abierta del avión que aún vuela gran altura pero sin el estruendo de los motores.

Alexander se asoma a la puerta del avión y se percata de la gran altura y velocidad que aún tienen. Aunque nunca ha estado tan expuesto a esta altitud, se siente calmado aunque sin duda, muy temeroso. Dirige la mirada al piloto, en busca de una señal de que todo sea una mala broma, y solo nota la tenue sonrisa de este.

— ¿Está seguro de esto? ¿Usted no va a saltar? — pregunta a la espera de que le digan que todo está bien.

— ¡Te sigo en un momento, debo asegurarme que el avión no caiga sobre la cabeza de nadie! — le contesta, empujándolo con firmeza hacia la salida— ¡Recuerda, hala el cordel al llegar a los 1500 metros, si te equivocas, volverás en espíritu aquí arriba!— y haciendo un último movimiento, logra sacarlo del avión.

Alexander se da cuenta que esta en el vacio y comienza a caer. Su cuerpo cpmienza a dar vueltas, mostrando el verde de la selva abajo, luego el horizonte, de nuevo el azul del cielo con el avion que comienza a subir y alejarse y un nuevo ciclo de volteretas hasta que toma conciencia y decide buscar de acomadarse a la caida. Recuerda los paracaidistas que ha visto en muchos videos y lograr tomar la posicion de acostado boca abajo. Alza la mirada buscando de nuevo el avion, que ahora esta mucho mas alto y continua su camino alejandose. Por un rato lo observa perderse, esperando ver al piloto saltar y es entonces que se percata que él está cayendo. Mira abajo y busca el altímetro en su muñeca. Tarda un momento en acertar a que altura se encuentra y se asusta al pensar en que no logre deducir esta cifra. Observa con detenimiento, 4400, 4000, 3600, 3300 y se estremece al suponer en lo rápido que cae. Mira de nuevo abajo y nota con certeza que se acerca a la tierra muy rápido. Concentra de nuevo su mirada en el altímetro y de nuevo tiene problemas para deducir la altitud. En pocos segundos acierta: 1800, 1400. «Dios se me paso la altura» piensa rápido y frenético, busca el cordel para abrir el paracaídas. Mira el altímetro, 900, 700 y escucha una voz que le dice «Ya llego». Mira con espanto que se dirige directo al piso mientras hala con todas sus fuerzas del cordel. Sin saber por qué, cierra sus ojos en la espera del golpe hacia arriba del paracaídas desplegándose o estrellándose sin remedio en el medio de la selva. En ese instante, solo escucha de nuevo la voz «Ya llego».

Con un gran sobresalto, Alexander se despierta por el alboroto de los niños que le gritan:

— ¡Ya llego! ¡Papá, ya llego la encomienda del día del padre, levántate! — y los observa brincando y saltando de la emoción en la habitación. Aun con su corazón acelerado, da gracias de haber despertado de la pesadilla que no ha dejado de molestarlo durante el último año. Rápidamente se dirige hacia la puerta de la residencia, para recibir la encomienda con los regalos para su padre, su suegro y los propios que le regala su familia, para celebrar otro día de los padres. Mientras chequea el listín con los paquetes enumerados, piensa en la aventura que le toco vivir hace un año, cuando lo obligaron a saltar de un avión en medio de la selva y del que nadie supo nada más. Después de todo este tiempo, aun continua la búsqueda del avión, de los dos hombres que lo acompañaban y que ha sido objeto de una gran investigación por parte de las autoridades, por todo lo increíble que resulto para él. Después de firmar el recibo, se lo entrega al fornido repartidor, quien lo toma y sale corriendo a su camión mientras grita:

¡Gerónimo!