El agradecimiento real de hoy era directamente por la divinidad y la espiritualidad pero yo lo llevé hasta el ser porque para ser agradecido por algo tan profundo, hay que serlo a profundidad, entenderlo como tal y así agradecerlo porque lo conoces. Una buena parte de las personas creen que para ser un ser humano espiritual, necesariamente debes estar vinculado a alguna religión y no hay nada más alejado de la realidad que esa porque la espiritualidad es una condición inherente al ser humano que le permite explorar el yo, le permite entender el yo de los demás pero, sobre todo, es esa parte que le permite diferenciar el bien del mal.

Mi estado de espiritualidad no comenzó en mí sino hasta entrada ya mi adolescencia en la cual, rotundamente, negué todo lo que con Dios se debía creyendo que de ahí venía todo y, principalmente, me creía fuertemente atea pero, también, decía no creer en nada ni nadie; en fin, delirios de la adolescencia. Con el paso de los años y las experiencias, comprendí que más allá de una religión, más allá de una creencia, el ser humano tiene una condición inherente a él y es su alma, su espiritualidad, ambas van de la mano y se alimentan. Hoy día agradezco mi espiritualidad en crecimiento y deseo seguir alimentándola poco a poco con el paso de cada acción, de cada experiencia, cada libro, cada instante vivido.