The Island/ La isla/ Short story/ by @gilliatt
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Esa noche perdimos toda esperanza, estábamos en aquella isla desierta, sin comida, sin fuego y casi sin ropas, viendo cómo se devolvían a aquella isla los pedazos de la balsa que habíamos enviado días antes con aquel marinero joven y musculoso, que se ofreció voluntariamente para tratar de llegar mar adentro y conseguir ayuda, no lo logró.
Y es que cuando chocamos con aquellas aves en la avioneta que nos llevó a aquel paseo del demonio , tuvimos que nadar por nuestras vidas en aquel festín que hicieron los tiburones con los pilotos y gracias a aquel gordo, que por estar tan obeso, todos los tiburones se fueron de bruces contra el y eso nos permitió nadar hasta aquellos cocoteros que vimos a lo lejos.
Habíamos sobrevivido seis de los pasajeros de aquel vuelo turístico, y a pesar de las cercanías con el continente y la civilización, ya habían pasado tres semanas desde que nos estrellamos.
Lo que más me divertía era el seminarista que iba con nosotros en el avión, que un día amanecía rezando a todos los santos que conoció en el seminario, y al día siguiente maldecía como un marinero borracho, que aquello daba gusto.
Entre los pasajeros y aparte del seminarista se encontraban dos turistas griegos que aparte de no hablar el idioma, eran extremadamente brutos con el lenguaje de señas, sabía que si llegábamos al canibalismo, estos eran muy buenos candidatos.
Una rubia despampanante que cada día le quedaba menos ropa, y que daba mucho miedo cuando ponía aquellas enormes tetas de silicon al sol, no sabía si iban a derretirse o a explotar, lo que sí sabía, era que ya estaba soltando la segunda capa de piel y se veía cada vez peor.
Hasta el momento habíamos sobrevivido con agua de coco y la pulpa de estos, pero yo sabía que sin proteínas, no duraríamos mucho más.
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También descubrimos que el silicon no flotaba por sí solo, pero sin embargo, el seminarista me dijo esa mañana que si las cosas seguían así, iba a tratar de "comerse" a la rubia, ya estábamos desesperados.
Pero empecemos por conocernos uno a uno, para entrar en situación: Habíamos sobrevivido seis de los once tripulantes de aquel vuelo de turistas, que yo aun no le encuentro sentido a sobrevolar el mar azul, donde no había nada más que agua y sin nadie que nos explicara dónde carajos estábamos, lo que nos hubiera dado alguna oportunidad de guiarnos para salir de allí.
Los dos turistas griegos, al parecer eran hermanos, aunque cuando a través de señas tratamos de preguntarles, dijeron que venían de grecia y citaron algún poema que me pareció de la Ilíada, aunque hubiese sido más acorde que citaran la Odisea.
La rubia, aunque parecía una actriz porno, se veía que era de familia muy refinada, y lo supe porque demostraba clase, cuando le sacaba la pulpa a los cocos con una cucharilla, que sabrá Dios, de donde la había sacado, salían a relucir sus delicados métodos para comer.
El seminarista, que venía de España, que estaba en una misión religiosa en el pueblo donde nos alojamos, y aprovechó la avioneta para pasear, seguro nunca olvidará este paseo.
Y yo, que acababa de divorciarme, y después de que mi ex perdió la demanda de divorcio, y recuperé buena parte de mi patrimonio, me fui a pasear al caribe y terminé en esa isla de mierda.
El primer día amanecí recordando algunos métodos para hacer fuego y estuve toda la mañana girando una varilla sobre una tabla, para ver si por frotación lo lograba, pero fue inútil, lo único que conseguí, fue escuchar las maldiciones en perfecto español, que iba soltando el seminarista, mientras la rubia le decía que se calmara, que eso no ayudaba.
Mientras yo hacia esto los griegos se fueron a nadar con un arpón que fabricaron con un alambre y las ligas de su ropa interior.
En la tarde se aparecieron con dos pulpos muertos, mientras a mi me sangraban las manos de tanto frotar aquel maldito artilugio, en vano.
Los griegos trataron de comerse los pulpos crudos y ya llevaban 24 horas defecando por toda la isla, mientras masticaban las hojas que les había dado la rubia, para detener aquel derrame intestinal.
Ese día y después que los griegos se dieron cuenta que los pulpos estaban descompuestos y los arrojaron al mar, el seminarista encendió fuego con los anteojos y el sol, y lo vimos correr huyendo de los griegos que querían matarlo por aquello de los pulpos y la diarrea que se cargaban todavía, nunca me había reído tanto, a pesar de las circunstancias en las que estábamos.
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La rubia, que se llamaba Celeste, me dijo que podríamos sobrevivir con la pesca, mientras hacía tres fogatas para avisar a los aviones que pasan en la noche, (al parecer es un código de auxilio internacional), yo trataba de explicarle que tres fogatas disminuyen la leña en un 66,6 %, pero eso fue demasiado para ella.
En la tarde me fui con la rubia y el seminarista a hacer un pozo en el centro de la isla, a ver si logramos sacar agua dulce, sin éxito.
Esa mañana amanecimos con la novedad de que los griegos, se fueron a tratar de pescar y un cardumen de peces atrajo a cuanto tiburón había en aquellas aguas, volvieron con las manos vacías, así que me fui a buscar unos cocos con la rubia.
Ella aprovechó que estábamos solos y me dijo que debíamos comer algo pronto, o moriríamos de inanición, yo mientras tanto estaba pensando que si aquellos griegos seguían cagando por toda la isla, seguramente alguno moriría, y allí entraría la rubia a devorarlos, y yo me conformaría con las sobras, ya me estaba desesperando también.
En la mañana vimos un objeto que se acercaba a la isla, los turistas griegos comenzaron a dar gritos como locos, para luego soltar todas las maldiciones que conocían en su idioma, eran los restos de la avioneta.
De aquellos restos pudimos rescatar un ala completa y parte de la cabina, yo estudiaba la manera de hacer una balsa con aquello, y caí en cuenta que era posible, pero que no soportaría mucho peso, lo que nos colocaba en otro dilema; entre un universo de cinco seres humanos, debíamos encontrar a alguien que no pesara mucho, que tuviera la capacidad de llegar a las costas, que tuviera la valentía de arrojarse al mar y que fuera voluntario.
Yo en verdad estaba muy gordo, así que me descarte de una vez, la rubia no era una opción, (sabrá Dios a dónde hubiera ido a parar), los griegos, ni que decir, así que solo nos quedaba aquel seminarista, que más o menos reunía las condiciones para tal viaje, tratamos de convencerlo, y ya se había negado de plano, cuando la rubia le dijo que él era un hombre de Dios, y que con su fe debía bastar para lograr su misión, esto lo dejó sin argumentos y aceptó, (yo dije para mis adentros que con el peso de todos esos santos en la balsa, no llegaría muy lejos).
Al amanecer, los griegos se fueron a pescar y volvieron con dos pulpos más, así que los pasaron por las brasas y por primera vez en tres semanas comímos algo que no fueran aquellos benditos cocos.
Alimentamos a nuestro seminarista y lo soltamos al mar con una vela hecha con buena parte de la ropa que aún nos quedaba, funcionó bastante bien, ya que nuestro héroe desapareció en cuestión de minutos, mientras la rubia daba saltos de alegría y las tetas, que ya quedaban casi al descubierto, saltaban cada una en una dirección distinta para deleite de este servidor.
En la tarde vi a los griegos nuevamente cagando por toda la isla, al parecer los mariscos no eran sus mejores amigos.
En principio no entendía porque aquellos griegos eran tan cerrados, y que después de un mes en aquella isla no hubieran prestado atención a aquella rubia, que aunque ya se estaba poniendo negra, aún le quedaba mucho por mostrar a la vista, hasta una mañana que muy temprano se iban a pescar, y alcancé a verlos besándose en la orilla de la playa, allí lo entendí todo.
Así que al final, quedamos dos parejas, separadas por la diferencia del idioma y las distancias sociales entre la rubia y yo, pero que en las noches nos unimos alrededor de aquella fogata para intentar protegernos del frío, aunque ya no me deje abrazar por los griegos.
Despertamos a medianoche, los gritos de la rubia a lo lejos nos hicieron saltar del banco de arena donde dormíamos, y vimos a lo lejos el ala del avión que venía arrastrada por las olas, no había ni rastros del seminarista.
Esa noche hablé con la rubia, no se porque se me metió en la cabeza la idea de que aquellos griegos al verse sin esperanzas en aquella isla, tratarían de matarnos, para mantenerse con vida, y que nosotros debíamos picarles adelante, además ellos eran dos, lo que implicaba más reservas de proteínas, mientras llegaban a salvarnos, si es que alguna vez sucedía.
Al principio ella se asustó, pero en la tarde cuando los vio venir con otro pulpo que nos lo ofrecieron solo para nosotros, se convenció.
Esa noche al calor de la fogata hicimos un pacto que nos sacaría de allí con vida.
Estuvimos toda la mañana sacando conchas de la orilla, estas eran una buena fuente de proteínas y nos mantenían con vida, aunque los griegos ya se habían batido todos los récords defecando, ya que al parecer, todo les caía mal.
Comenzamos entonces la construcción de una balsa más segura con el ala del avión, todos los cocos y algunos troncos que logramos hacer flotar, los amarramos con algunas palmas, y solo faltaba la discusión de quién se iba a lanzar al agua en esta nueva aventura, (esto se iba a poner bueno, pensé).
Efectivamente, fue inútil comunicarnos con aquellos griegos, la rubia entendía una cosa y yo otra, y cuando pensé que habíamos llegado a un acuerdo, uno de los griegos, agarró al otro por el cuello y empezó a darle de bofetadas, al parecer, la rubia fue la causante de aquel ataque de celos, como pudimos los separamos y dejamos la discusión para el otro día.
En la mañana intentaríamos separarlos para darle un golpe certero al más débil y así equilibrar las fuerzas, ya que ellos seguían siendo dos, y eran jóvenes aunque ya no tan fuertes.
Pero en la noche algo ocurrió, cuando despertamos en la mañana ambos griegos se habían echado al mar en aquella balsa, dejándonos completamente solos en aquella isla, y lo peor, ahora sin proteínas.
Así pasó una semana más, donde las cosas se habían puesto muy difíciles, la rubia me miraba con desconfianza, y yo solo la veía con hambre, creí que había llegado el momento de sacrificarla, ya que si seguía esperando, no quedaría nada que comerle, si ya en ese momento debía pesar algunos 50 kilos a lo mucho, menos los diez del silicón. (Que se mantenía allí como un monumento a los avances de la ciencia).
En la noche, hicimos el amor, como una muestra de que podíamos convivir, (yo solo pensaba en aquella mantis religiosa, que solo espera que la cópula termine, para devorar al macho),pero no intentó nada.
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Así transcurrió la última semana en aquella isla, amanecimos abrazados por el frío, ya que se agotó cualquier tipo de madera, que había en la isla, y ya no tenía caso matarla, cruda debía saber horrible, los cocos se estaban agotando, y habíamos perdido toda esperanza.
Esa noche, ya sin fuerzas y abandonados a nuestro destino pudimos ver aquellas luces acercarse a la playa, pude distinguir en la oscuridad, aquellas voces ininteligibles, que hablaban en griego, volteé a ver a mi compañera, pero esta no reaccionó, solo ví como la levantaban, mientras se tapaba con los brazos.
Resultó que los griegos habían logrado llegar al día siguiente a tierra firme, pero debieron esperar hasta lograr parar aquella diarrea, y para cuando salieron a guiar a los guardacostas, ya había pasado una semana.
Lo único que recuerdo de aquella noche, fue ver en la oscuridad a la luz de las linternas la lancha que nos sacó de esa maldita isla, tenía por nombre "San Pedro", y a los guardacostas, que tardaron como media hora buscando sin encontrar una chaqueta, para que la rubia pudiera taparse las tetas.
Cuando nos acercamos a la costa, escuchamos un golpe seco, seguido de un grito desgarrador: Era el "San Pedro", que se estrelló con lo que quedaba de la cabina del avión, haciendo volar por los aires a nuestro seminarista.
Afortunadamente no le ocurrió nada grave, y pudo contarnos que sobrevivió comiendo pescado crudo y tomando sorbos de agua de lluvia, que fue un verdadero milagro de Dios.
Y aquí estoy, en mi última noche en estas costas, en la barra del hotel, completamente gratis celebrando que mañana salimos bien temprano hacía mi país, pude ver a lo lejos al seminarista acompañado de la rubia, y me tomé la libertad de enviarles, a ese par de griegos, cortesía del hotel un coctel de camarones, ya que aceptaron quedarse en aquellas costas, una semana más.
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Hello! Your post was selected by The Ink Well and has received an OCD upvote! Congratulations!
Hi @gilliatt. I really enjoyed your epic survival story. There were some places where it made me laugh. And the tale kept spinning on, compelling me forward.
Since you used the feedback tag, I will give you some thoughts on your story that I hope will help with future writing.
I think you could work on adding more dialog and description to your stories to bring your characters to life. In this story, for example, the people have labels (the Greeks, the seminarian and the blonde), so we have an idea of who they are, but it's quite limited. I would like to know more about the main character. Who is he in real life? All we know is that he is divorced and fat.
Dialog between people is a great way to help the reader get a better sense of who your characters are. For example, if the blonde said something like, "Oh, if only I had my Jane Eyre to occupy my mind!" then we would know that she is not just a blonde, but she likes to read the classics. If she pined for her Stephen King novel, we would know she reads popular fiction. Without these kinds of details, characters can seem flat, like stereotypes.
And finally, I recommend that you be sure to read your stories through for any errors in grammar and punctuation before publishing them.
Be sure to check out the writing tips. Here are a few that might be of interest:
Good luck with your writing!
Hello @jayna, I appreciate each and every one of your tips, they are very valuable and I try to follow them all, however, the language barrier is still a big problem, although we are already working on it, I will strive to be better every day, on the other hand , I am very happy that you liked my story, thank you very much for reading me, successes.